Fotografía: Rarindra Prakarsa
La Madre Tierra nos quiere
transmitir un mensaje: «a pesar de todas las agresiones que sufro, a pesar de
la respiración cansada que tengo debido a las contaminaciones atmosféricas, a
pesar de tener contaminada mi sangre y llagados mis pies por causa de los
venenos, aun así, tengo energía vital escondida. No es infinita, pero es
suficientemente poderosa como para resistir, para regenerarse y para volver a
sonreír. Simplemente, denme, por piedad filial, un poco de tiempo para
descansar, y un gesto de amor y de cuidado que me fortalezca».
Rescatar el corazón
El gran desafío actual es dar
centralidad a lo que es más ancestral en nosotros, el afecto y la sensibilidad.
En una palabra, hay que rescatar el corazón. En él está nuestro centro, nuestra
capacidad de sentir en profundidad, la sede de los afectos y el nicho de los
valores. Con esto no descartamos la razón, porque la incluimos como
imprescindible para el discernimiento y la priorización de los afectos, sin
sustituirlos. Hoy, si no aprendemos a sentir a la Tierra como Gaia, si no la
amamos como amamos a nuestra madre y no cuidamos de ella como cuidamos de
nuestros hijos e hijas, difícilmente la salvaremos.
Sin la sensibilidad, la operación
de la tecnociencia será insuficiente. Pero una ciencia con conciencia y con
sentido ético puede encontrar salidas liberadoras a nuestra crisis. La esencia
del ser humano está en el corazón, en aquello que venimos diciendo desde hace
años, en la razón primordial y en la inteligencia sensible. Dándoles
centralidad, lo cual se manifiesta en el cuidado y el respeto, es como podemos
salvarnos.
Esta condición humana suscita de
nuevo la utopía. Nace de la convicción de que el mundo no está fatalmente
condenado a la desaparición. Hay en nosotros y en la sociedad virtualidades aún
no ensayadas que, puestas en practica, pueden reencantar la vida. Es, pues, una
utopía necesaria, mensaje perenne del romanticismo. Bien termina Michael Löwy
su obra: «la utopía será romántica o no será».
En esta Navidad a partir de la
presencia del Dios Niño surge la esperanza de que todo puede ser modificado, de
que lo Nuevo puede irrumpir. He ahí el significado mayor de la Navidad, que no
puede ser echado a perder por las visiones convencionales y por su utilización
cultural y comercial.
¿Qué significa, en una
experiencia interior, el Dios Niño? Representa la vida nueva que quiere nacer
en nosotros. Más concretamente simboliza la vida que puede siempre recomenzar
desde su inicio. Es posible nacer de nuevo.
En el día de Navidad, nos es
permitido olvidar las amarras y los errores cometidos, para sentirnos libres
para comenzar de nuevo. Los deseos escondidos y nunca realizados pueden salir a
flote y ser de nuevo alimentados. Podemos hoy olvidar un poco el paso del
propio pasado y formular un buen propósito.
¿No decimos tantas veces: «Ah, si
pudiese comenzar todo de nuevo...»? En el día de Navidad, podemos arriesgarnos
a dar el primer paso de un nuevo camino, o inaugurar otra forma de mirar sobre
el camino ya andado, para descubrir en él nuevas significaciones existenciales.
La fiesta de Navidad, tan íntima
y familiar, nos invita a superar, al menos en esta noche mágica, el uso de la
razón calculadora, siempre al servicio de los intereses. Hoy es día de olvidar
los intereses, de hacer sitio a la razón emocional, que no quiere comprar ni
vender nada, sino solamente sentir al otro y convivir con él en la alegría de
estar juntos, en familia, intercambiando presentes y amabilidades. Entonces
emergen valores que siempre estamos buscando, sueños de vida transparente,
sencilla y libre, sueños que tanto agitan nuestro imaginario.
Si logramos despertar en nosotros
al Dios Niño habremos descubierto el espíritu de la Navidad y el alegre
advenimiento de Dios, y la Madre Tierra sonreirá.
"Que el nuestro sea un
tiempo de despertar a una nueva reverencia ante la vida, con la firme
resolución de convertirnos en constructores de mundos posibles, más respetuosos
y solidarios. Por el compromiso en la lucha por la justicia y la paz, y por la
alegre celebración de la vida".
El Equipo de Siendo Humanos les
desea una Feliz Navidad y un Año de Paz y Prosperidad, con la firme convicción
de que un mundo mejor para todos es posible.
En esa esperanza les agradecemos
su continuo acompañamiento.
Ref: L. Boff, Koinonia, Michael
Löwy, Jose M.Fernandez
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