Con
ésta inquebrantable compulsión en el que empíricamente llevo muchos años tratando
de observar, analizar, comprender, aprender, proponer y acompañar el
comportamiento en el manejo, tratamiento y destino final de los residuos
sólidos urbanos. A pesar de los infructuosos intentos, es una verdadera estaca
que hace que sea un problema irresuelto. Como era de prever, fui testigo y soy
protagonista de defender sostenidamente, una línea de pensamiento que la
fundamenté, pese a la jactancia y la incompetencia de muchos hombres que nos
iluminaron con sus propuestas más allá del cambio de paradigma, los resultados
obtenidos a nivel de sostenibilidad, no fueron los precisos por abordar sistemáticamente,
las consecuencias, en vez de corregir las causas. Desde los escritorios de
gobierno, desde los atrios de los congresos, con la debida ostentación de
pergaminos que respaldaban todo esto…se consolidó enfáticamente como fue, está
y seguirá consolidado. Es un gran negocio, y no está mal que así lo sea, el
problema se suscita cuando se interponen los valores al ser la licitación
básica más importante de cualquier municipio o cantón.
¿A qué
apunto con esto? A que hay que demonizar ciertos conceptos y revalidar los
pertinentes. Se debe considerar seriamente a la educación ambiental como el eje
transversal de toda la gestión y tratamiento de los residuos. Que no se la
implemente como un curso introductorio, y se la aplique como un proceso
cognitivo, que tiene su proceso, y que se llega a través de la concientización
comunitaria, y no a través de coloridos contenedores y vistosos afiches. Sumado
a un reciclaje comunitario, respaldado con una ley de envases pertinente que haga
responsable al fabricante del bien de consumo del presente, y futuro residuo
público. Propiciar un compostaje circunspecto a potenciar el abono como fuente
de energía y nutriente natural de la tierra. Leyes y ordenanzas que se
implementen y se cumplan y, con la voluntad política de respaldar, sostener e
impulsar estos conceptos, se bajaría considerablemente la cantidad de recogida
semanal de los camiones cada vez más sofisticados y los contenedores dejarían
de ser lo más parecido a un florero o adorno urbano, y cumplirían el rol que
corresponde. No habría que obsesionarse con más cantidad de rellenos sanitarios,
sumado a la cada vez más y más necesidad de personal asistencial, o cartoneros,
para tratar de que el circuito no se detenga. ¿Cuál es el contrasentido de todo
esto? que dejaría de ser negocio. ¿Me explico?
De tal
modo que, lo que trato de determinar en este sucinto análisis, es que todos, y
cada uno de los actores que intervienen en el manejo de los residuos, persiguen
distintos intereses (muchas veces propios e impropios) pero que tienen un
denominador en común, que no afecte “mis intereses políticos, económicos y/o
personales”. El torcer toda una estructura cultural, económica, política y
comercial de una sociedad que se muestra impávida ante el manejo de los
resortes que la sostienen - y que quieren que se siga sosteniendo porque es más
cómodo- no es tarea sencilla. No debemos dejar de recordar que si bien hay un
cambio de paradigma en la evolución, la solución en gran parte es porque somos
lo que permitimos.
En casi
toda Latinoamérica subyace el problema y cuesta mucho el “pensar distinto”, y
es masivo. Uno no podía prever que, hablar de lo que “no se dice” para ser
parte de una reflexión que ayude a recapacitar adecuadamente a comunidades por lo que significa, sea tan
cuestionado. De tal modo que, debo ser enfático e identificar y analizar a todos
y cada uno de los responsables de este circuito.
En lo referente
a las comunidades, debemos reformular ciertos conceptos que como sociedad nos
justifican, para no tener que tomar conciencia de la realidad que nos compete y
nos compromete. ¿Cuál es ésta fantasía? Que el compostaje en una mínima
expresión de la minimización de los orgánicos. Que la incineración, es quemar
basura y no una metodología absolutamente factible y segura con los controles
obvios en su proceso. Impulsar el reciclado sin solucionar los costos de
producción que hace que el producto reciclado sea más costoso que el producido en
origen. Que deje de considerarse a los rellenos sanitarios como única,
principal y absoluta solución para el destino final de los residuos. Que se
siga mintiendo en la cantidad de residuos que se generan por día, no
considerando a los botaderos (o basureros a cielo abierto), sin control alguno,
y muchos se encuentran apoyados por municipios o cantones. Que les damos una
inclusión laboral a los Cartoneros a costa de acciones que deberíamos tomar
nosotros. Es palmario que el no medir las consecuencias del accionar de cada
uno, que hace seamos parte de los problemas. Somos lo que permitimos. ¿Y cuál
es la consigna? La gente espera soluciones, y la gente, es parte del
problema…por lo tanto de la gente corresponde, parte de las soluciones. La
premisa es hacerse cargo.
En lo
concerniente a las universidades, por concentrar a la educación per se, no hay
todavía suficiente acompañamiento por parte de algunas (no todas) para
interactuar con otras ramas y especialidades. Siguen con la verticalidad de sus
investigaciones y no con la transversalidad que la realidad demuestra. Muchas
veces, la respuesta está más allá del aula magna. Deben saber que el problema,
es mucho más que una planilla Excel, una prueba de campo. En lo pertinente a
las industrias, los intereses económicos de muchas, que se mueven dentro del
área, hacen que se convierta en una jauría, de guantes blancos por cierto,
donde cada sector priorizará su producto, por encima de las necesidades, como
lo enunciara anteriormente.
En lo
referido a los gobiernos, no sería una utopía el desear que haya una política
de estado para asegurar las políticas públicas y de todo proceso que se
instaure. No hacen el suficiente esfuerzo en entender que, aunque no les
proporcione votos en corto plazo, la salud, la educación, la ética cultural, nos
hace lo que somos. Como tratamos a los residuos es como somos, es como nos ven.
Siempre se está subrogado a una gestión que maquilla una realidad que crece día
a día, con nuevas implementaciones, y no con soluciones integrales como lo es:
atacar las causas y no “licitar” las consecuencias. Se emparcha todo, y se
improvisa mucho más. Mucho prevaricato que nosotros permitimos. Muchas veces,
el ancho del escritorio no hace a la capacidad de la gente. Muchos gobiernos
que manejan la verdad absoluta, mejor que Schopenhauer, sin aprender…si si…sin
aprender de otros profesionales que hace muchos años vienen conviviendo con
estos problemas y no desde que asumieron al gobierno. El éxito en una gestión ambiental
en el tratamiento de los residuos, no es lo que nos muestran, ni las opiniones de los militantes
que se desgarran las vestiduras hablando de las maravillas alcanzadas. Se debe
observar, corroborar e investigar a los otros actores sociales, ir a ver la
realidad de los suburbios, lejos de las avenidas principales donde también merecen
el mismo respeto, tratamiento y asistencia. Hay que ver lo que no se publica,
lejos de toda demagogia y falacia que nosotros consentimos.
Al
respecto de los medios de comunicación, las editoriales (académicas o técnicas)
dicen que no interesan aquellos artículos que no sean de investigación… ¿No
entiendo?…y un análisis basado en el resultado de los resultados que se
investigó… ¿No es un escenario fáctico? ¿No sirve de base? El saber cuál es el
real problema para observar las verdaderas causas… ¿No interesa? Sesgan
artículos porque no condicen con la verticalidad de sus pensamientos. ¿Se puede
pensar distinto…sin estar equivocado? ¿Se puede analizar de otra manera…sin
tener el logotipo de la editorial o universidad pertinente? O peor aún, hacer análisis
adverso a las políticas ambientales del gobierno de turno ¿porque corren riesgo
sus pautas publicitarias? ¿Se sienten amordazados? ¿O se amordazan solos? Ante
este escenario, insisto con algunas propuestas radicales ante esta dificultad:
Promulgar
en penalizar con acciones comunitarias a todo infractor ambiental y al
responsable del mismo. Que no sea solo plausible de una remesa económica que,
muchas veces, pasa a ser parte de los costos mensuales de las empresas o del
inconsciente colectivo. Abonar por el destino final de “nuestros residuos”. Impulsar
a la economía circular, como disparador de una metodología de base. Instaurar a
la educación ambiental desde el ciclo inicial de educación escolar y conjuntamente,
masivas y serias campañas de concientización comunitaria para concientizar (me,
nos, los). Una Ley de envases, que sea cumplida, que sea el respaldo
absolutamente genuino, de cualquier campaña seria de reciclaje.
Se puede
estar de acuerdo no con lo expresado, pero convengamos que siguiendo los
estándares que se vienen implementando hasta el presente, y sin ánimo de
incomodar a muchos conspicuos hacedores de las soluciones o estrategias, pero
lamento decirles que nada está a la altura de las expectativas que prometieron.
En toda la región, el espíritu es poner metas o límites “económicos” y de
coyuntura para armar programas y proyectos. También observamos con cierto
desagrado que en varios países, se quiere imponer la muy promocionada Ley de
Basura 0, casi siempre obnubilados por una conocida ONG, que sin la más mínima
estructura de concientización ambiental, y sí comercial, se la quiere
implementar prometiendo plazos e indicadores absolutamente irreales, y
desechando la incineración como agente de minimización, pero, si no se logran
los objetivos…. ¡allá vamos con la incineración como respuesta! Nuestro
presente es incierto, y ésta realidad crece y se potencia día a día. Es
taxativo y certero pensar que la educación comienza 20 años antes del
nacimiento…con la educación de los padres…como supo decir Napoleón, y no estaba
muy equivocado. Sin educación, no seremos nada más de lo pobre que somos sin
ella.
La
sociedad latinoamericana, tiene una resiliencia muy particular a la que estamos
acostumbrados. Nos esforzarnos en empujar una graaaaan rueda….rectangular…que
una vez que lo pudimos lograr, debemos volver a empezar. Y lo que es peor, nos
hacen creer que es la solución. El hecho que no se haga, no es que no se pueda
hacer. Insisto que, si se hace en muchos
países europeos, no veo por qué, no lo podamos hacer. No son mejor que
nosotros, pero la realidad demuestra que somos menos que ellos. Holanda, Suecia,
Dinamarca, Japón, nos muestran día a
día, cual es la meta a alcanzar. Y no detengámonos solo en las numerosas
excusas: “son distintos”, “tienen dinero”, “otra idiosincrasia”…Para no arrojar
los papeles en la vereda, juntar lo que nosotros ensuciamos, separar “mis”
residuos….no se necesita dinero, ni poder, ni un doctorado…se necesita actitud.
Somos los responsables de las decisiones que tomamos, y de las que no, y ese,
es el disparador de ser parte de lo que se permitió.
Somos
lo que permitimos y es un juicio de valor, cuando nos justificamos de no
hacerlo, por no haberlo aprendido en nuestros hogares, que es donde se debería
aprender, o por ser observares críticos de lo que falta. El no haberlo
aprendido no justifica que no eduquemos a nuestros hijos y pares para cambiar
nuestros hábitos. No nos permitamos no cambiar. No lo permitamos.
Carlos Micilio
Es Director de la
Consultora Urbano Ambiental de Argentina, Carlos Micilio & Asociados. Tiene
3 membresías internacionales, y es miembro de órganos de educación y
capacitación (americanos, europeos y occidentales). Consultor internacional y
autor de proyectos y programas ambientales en educación ambiental y
concientización urbana, tratamiento de residuos y relaciones comunitarias en
América y Europa. Congresista y disertante en numerosos congresos y seminarios
internacionales. Tiene un premio ambiental y es autor de leyes en educación
ambiental y es autor de numerosos artículos en diversos medios académicos y
técnicos en publicaciones en el extranjero.
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