El retrato mismo de que para dar no hace falta tener mucho, sino tener sentido de comunión con todo lo que existe...
"Abuelo, ¿qué es lo peor que podría pasarme en la vida?". No le sorprendió la pregunta: Santiago ya estaba en edad de mirar hacia adelante. Entonces, con la misma voz de cuando le contaba cuentos, Abuelo le dijo:
"En este mundo todo ha sido creado por opuestos; cada veneno tiene su antídoto. Voy a mostrarte algo..."
Con gesto de ilusionista, trazó un círculo en el aire, y empezó a describir la historia de la Humanidad: distintas épocas y culturas... guerras, inventos, arte, persecuciones, reyes y obreros... toda la hermosura, toda la negrura...
Y Santi veía. VEÍA! Hasta que Abuelo se detuvo. "Es vital que recuerdes esto: aunque no lo parezca, EL MOTOR DEL MUNDO ES EL AMOR. ¿Y... sabes cuál es el antídoto del Amor...?" "Claro: el Odio!". "Santi, quiero que VEAS, no que repitas lo que aprendiste!" Entonces la conciencia de Santi se abrió... y VIO.
Vio que a millones de seres, a lo largo de la historia, el Odio les había hecho germinar las semillas del Amor: gestaban justicia derrocando a la injusticia, reconstruían lo destruido... Habiendo sido saqueados, daban. Habiendo siendo abusados, luchaban para que a otros no les pasara lo mismo..
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"Me equivoqué!, -dijo Santi-. ¿Cuál es, entonces, Abuelo, el antídoto del Amor?". "Mmmm... ¿Ves esos seres empeñados en seguir generando belleza, cobijo, equidad, ternura... siglo tras siglo, aún con pequeños gestos, para que las cosas sean DIFERENTES...?" Santi se quedó buscando la respuesta. Hasta que la vio. LA VIO!
La vio en los ojos de millones de personas, de todas las épocas: ojos que parecían de vidrio. OJOS QUE HABÍAN ELEGIDO NO VER. Entonces exclamó: "El antídoto del Amor no es el Odio; es la INDIFERENCIA!" "Acertaste! SER INDIFERENTE es anestesiar la propia posibilidad de HACER DIFERENCIA en este mundo.
Y eso, Santi, tiene un precio." "¿Qué precio, Abuelo?" "¿Recuerdas cuando te heriste la mano y tuvieron que cosértela? Al anestesiártela, cerrando los ojos me dijiste: 'Abuelo: no tengo más mano!'. Yo, torpemente, procuré acariciarla; y al hacerlo me di cuenta de lo obvio: la anestesia, sí, te había quitado la posibilidad del dolor. Pero también la de sentir mi caricia.
"Abuelo prosiguió: "A lo largo de mi vida afronté muchas tentaciones: la de creerme superior por saber lo que otros no sabían... la de manipular para beneficiarme... la de no devolver lo que me habían prestado... Cada tentación es una prueba para nuestra valía! Y descubrí que la tentación mayor, la que puede volver inútil nuestro paso por este mundo, es la indiferencia. La indiferencia respecto de lo que SÍ esté a mi alcance hacer para que SÍ haya una Diferencia, aunque sea mínima: anestesiar mi pasión por hacer LO POSIBLE, aunque duela el dolor ajeno (y el propio).
Cuando esa tentación aparece, me recito a mí mismo los versos de Machado: 'En el corazón tenía la espina de una pasión. / Logré arrancármela un día: ya no siento el corazón.'" Santi musitó, conmovido: "¡Yo quiero seguir sintiendo mi corazón!" Como en una ceremonia, Abuelo tomó de su caja un recorte de diario:"Entonces quiero que mires esta foto; no la olvides nunca".
La foto era de un periódico de la India. En ella se veía con impresionante nitidez a una mujer pobre amamantando a su pequeño bebé en uno de sus senos... y en el otro a un monito aún más pequeño, seguramente huérfano, como mostrando que para dar no hace falta necesariamente tener mucho, sino tener ese impulso del Espiríritu que tiende, siempre, a no ser indiferente...
Así, ambos miraron la foto.
Y ambos VIERON. El resto fue el más lúcido, el más bello de los silencios...
Fuentes:Gewel,Sosa, pensamiento sensible
1 comentario:
Ojalá vayan apareciendo cada vez más "Santis" que posean "Abuelos" como el de la historia.
En el fondo, este hermoso relato (acompañado de una enternecedora fotografía) nos muestra que todos somos producto de nuestros legados.
Un saludo.
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