Has editado recientemente junto con Enric Tello, El final de la era del petróleo barato. ¿Podrías darnos breve cuenta de su contenido?
Se trata de 9 contribuciones y una Introducción sobre el tema que viene descrito muy gráficamente por el título del libro. Los autores son economistas, sociólogos, ingenieros, geólogos y periodistas. Es un grito de alerta sobre un fenómeno de consecuencias de gran alcance para la vida social y la civilización.
¿Fin de la era del petróleo barato o fin de la era del petróleo?
Estuvimos dudando al poner título al libro. Pero de hecho son expresiones casi sinónimas. Al ser el petróleo la "sangre" que da vida a todo el sistema social, cuando se encarece más allá de ciertos límites deja de ser económicamente utilizable. Aunque queden restos importantes impregnando las rocas del subsuelo, el precio de su extracción y refino hace prohibitivos los combustibles obtenidos. Y entonces hay que buscar una alternativa energética.
¿Qué ha significado en tu opinión lo que solemos llamar el siglo del petróleo?
Ha significado un paréntesis excepcional en la historia humana. El modelo energético anterior, digamos hasta 1800, fue estrictamente solar. Permitió civilizaciones importantes, pero basadas en trabajo esclavo y servil. Con la revolución industrial, las fuentes fósiles ofrecieron una provisión de combustibles abundantes y fáciles de extraer y quemar, lo cual incentivó el despilfarro. La técnica aportó medios para sacar provecho de tanta energía, y ahí tenemos la tecnificación de la agricultura, la industria, el transporte, el hogar, al alcance de cientos de millones de personas. El esfuerzo físico humano y animal quedó substituido por esclavos mecánicos (con el correspondiente afán de comodidad). Además, la facilidad y el bajo coste del transporte mecánico indujo una distribución espacial de las actividades humanas que genera una necesidad de transporte desmesurada. Las interdependencias son tantas y tan grandes que cualquier interrupción del transporte hace peligrar el funcionamiento rutinario del sistema social, que se ha vuelto muy vulnerable: de ahí la paranoia de gobernantes y empresarios ante el próximo final del petróleo.
Tanta abundancia energética ha permitido una prosperidad inaudita que ha hecho posible, entre otras muchas cosas, un desarrollo científico y técnico difícilmente alcanzable en tan poco tiempo bajo otras circunstancias. Así que hoy tenemos un planeta devastado por un productivismo apoyado en técnicas muy potentes, pero también una capacidad científica para desarrollar técnicas "amigas de la Tierra" (por poner sólo dos ejemplos, entre otros muchos ejemplos posibles: los captadores fotovoltaicos y el combate biológico contra las plagas agrícolas). Ahí hay una esperanza de rectificar muchos daños y enderezar el metabolismo socionatural para conseguir una economía no depredadora. Aunque les suene raro o sacrílego a los partidarios de la ecología profunda, el ser humano puede mejorar la naturaleza sin menoscabar la productividad biológica de los ecosistemas. El ejemplo más claro es el de la agricultura, que produce más alimento a los seres humanos por unidad de superficie –y sin necesidad de destruir ecosistemas, aunque la historia de la agricultura está llena de ejemplos de destrucciones ecológicas, lo cual indica que la inteligencia humana debe saber compaginar ambos objetivos: lograr frutos suficientes de la tierra y preservar su productividad natural. Otro ejemplo son las técnicas modernas para obtener energía del Sol (como los paneles fotovoltaicos), que son más eficaces energéticamente que la fotosíntesis.
En suma, el balance del periodo fosilista es ambivalente. Pero es importante darse cuenta de que habrá sido un paréntesis en la historia humana, y que vamos a entrar pronto en una nueva época.
¿Cuáles son, en tu opinión, los principales impactos ecológicos de esta sed insaciable de oro negro?
Hay unos impactos locales en los lugares de donde se extrae, con destrucción de selvas tropicales y otros ecosistemas y contaminación de aguas que hacen imposible la vida de comunidades enteras. Véanse las resistencias indígenas en Latinoamérica, en Indonesia, en Nigeria, etc. Luego tenemos las emisiones de CO2 con el efecto invernadero. En tercer lugar tenemos la producción de numerosas substancias químicas que no existen en estado natural, con fuerte poder contaminante y capacidad disruptora de procesos biológicos.
¿De qué hablamos exactamente cuando hablamos que nos acercamos al pico de la producción mundial del petróleo?
El geólogo norteamericano Hubbert formuló a mediados de los años 50 del siglo pasado la teoría de que cuando se ha extraído más o menos la mitad del petróleo de un yacimiento el petróleo restante resulta cada vez más difícil de extraer porque es el más profundo, el más denso, etc. La extracción decae inevitablemente y el precio sube irreversiblemente. Esta hipótesis, formulada por Hubbert para los yacimientos estadounidenses, se cumplió al pie de la letra, con un error de sólo un año, llegándose al pico en 1970. Luego se ha verificado también en las reservas del mar del Norte y en algunas otras. Por esto hoy se acepta como un modelo explicativo potente y aplicable a escala mundial.
¿Que opinión te merece la expansión de los agrocarburantes, que se presentan a la opinión pública como la panacea contra el cambio climático cuando, según algunas opiniones, pueden llegar a agravarlo?
Ya se han esgrimido profusamente los inconvenientes de estos productos. Su saldo energético –es decir, la diferencia entre la energía obtenida y la invertida para obtenerla- es muy poco superior a cero (¡y a veces es negativa!), razón por la cual parece un disparate dedicar tanta tierra para cultivar las plantas que son materia prima de esta industria, sobre todo si se tiene en cuenta que es tierra que se sustrae a la posible producción de alimentos. Ya hemos visto cómo la demanda de maíz para bioetanol ha hecho encarecer el maíz alimentario, para desgracia de los más pobres en Méjico y otros lugares. También en algunos casos, como tú dices, parece que aumentan el efecto invernadero: esto ocurre si para hacer plantaciones de palma u otra planta oleaginosa hay que talar selva, pues entonces no sólo se eliminan árboles que son sumidero de CO2, sino que se liberan grandes cantidades de este gas que están cautivas en los suelos de los bosques.
En El final de la era del petróleo barato varios autores defienden la necesidad de generar utopías realistas, sin oxímoron insalvable, en un ámbito tan esencial como es el de las nuevas fuentes energéticas y la transición energética hacia ellas. ¿Qué sendas te parecen más razonables, por cuáles apuestas?
Lo más razonable es el ahorro de energía acompañado de aumentos en la eficiencia de las máquinas y los procesos productivos. A la vez yo apuesto por las energías solares, limpias y renovables, y descarto la nuclear, que ha resultado, además de peligrosa, económicamente ruinosa. Hoy hay una ofensiva pronuclear muy fuerte, y me temo que acabarán construyéndose nuevas centrales, aunque tal vez no en los países centrales, donde es más plausible poner en pie una resistencia –pero sí en China, la India y otros países emergentes, en el Este de Europa, etc. El riesgo inaceptable de la energía nuclear es que puede afectar no sólo a la salud y la vida de personas individuales (en todas las empresas humanas hay riesgos), sino al genoma humano mismo, y las emanaciones radiotóxicas de sus residuos durarán cientos y miles de años. Es el punto más alto del sueño fáustico de dominar la materia y la vida, la aberración máxima. Impedir que se construyan más es una batalla indispensable. Hay que trazar una línea que no debe atravesarse nunca, aunque tengamos restricciones de energía. Siempre es posible contentarse con menos facilidades y comodidades, y hay que decir bien alto que hay cosas sagradas, intocables. Y que merece la pena algún sacrificio para respetarlas incondicionalmente. Los hijos, que pueden dar muchas satisfacciones, a veces también requieren sacrificios, y no dudamos en asumirlos.
Esto nos lleva a otra cosa: hay que aprender a vivir satisfactoriamente con menos energía y con menos objetos (no olvidemos que tras cualquier objeto manufacturado hay consumo de energía). Pasar a un modelo energético enteramente solar y renovable es indispensable, pero seguramente no será fácil. Algunas técnicas no están del todo a punto. Se requerirán inversiones gigantescas, reconversiones industriales y reciclajes profesionales de miles de personas. Por eso cualquier demora en abordar la transición nos coloca en peores condiciones.
En tu aportación al volumen sostienes que si no prevalecen principios democrático-igualitarios podemos vernos abocados a ecofascismos o ecoautoritarismos asociados a formas de imperialismo que "exporten" al Sur, que sí existe para estas "externalidades", los efectos más destructivos de la crisis ecológica. ¿Este es el futuro que vislumbras? ¿Qué hacer entonces?
¿Qué hacer? Explicar la verdad de lo que nos amenaza y predicar una moral de la frugalidad y la contención. Tratar de lograr una masa crítica de ciudadanos y ciudadanas dispuestos a adaptarse a escenarios de escasez defendiendo lo esencial: la dignidad del ser humano, las libertades políticas, las conquistas democráticas y la equidad. Y dispuestos a construir una organización productiva ecológicamente sostenible, aunque tengan que renunciar a muchas comodidades que hoy damos por supuestas, como si fueran lo más natural del mundo. La equidad es muy importante, pues en un mundo con más escasez las desigualdades serán más intolerables.
"Hay que aprender a vivir satisfactoriamente con menos energía y con menos objetos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario