Pongamos que comés un caramelo y el papelito va a la basura. Y que cocinás, y los recortes de verdura, el cartón de leche, la caja de huevos, también van a la basura.
Y después te bañás y se acaba el shampoo justo después de ponerte la última gota en el pelo. Y el frasco.. bueno, ya sabemos: a la basura.
Un día decidís cambiar la compu por una mejor, más rápida. Que te permita trabajar mejor. Y después, te das cuenta de que el celular no da para más, que la tecla de la S anda pésimo y que aparte es un papelón sacarlo en una reunión, por ejemplo, porque está gastado y medio roto.
Y cuando querés sacarle una foto a la compu nueva, la cámara se quedó sin pilas, así que abrís un blister, sacás dos nuevas y reemplazás las viejas. Y te quedás una bolsa de nylon con dos pilas viejas, un blister medio vacío, una computadora desarmada y un celular viejo.
Así nos pasamos la vida: consumiendo cosas que necesitamos (y otras que no), y desechando otras que alguna vez nos gustaron, deseamos como locos; que fueron flamantes, brillantes, limpitas y nos dieron muchísimas satisfacciones.
Dejando de lado el hiperrealismo, no resulta tan descabellado imaginarnos de viejos, después de haber consumido todo lo que podíamos, sentados en una pila inmensa de desperdicios. haciendo equilibrio encima de las cajas, los paquetes, los blisters y las latas de todo lo que comimos, tomamos, usamos y compramos en nuestra vida.
La imagen parece salida de la película Mad Max.
¿Los paisajes desolados de esa historia son algo muy lejano? Quizá no, cada vez menos.
Somos seres humanos productores y consumidores. Y por todos (por nosotros, nuestros hijos y nietos, pero también por los vecinos, los desconocidos, los que viven en otras partes) es importante que nos ocupemos del destino de todo eso que producimos y consumimos. ¿A dónde van las pilas de la cámara? ¿Qué pasa con la computadora que ya no sirve? ¿Qué hacemos con las cosas para las que ya no tenemos lugar?
Buscarles un nuevo lugar. Transformarlas. Investigar de qué manera podemos recuperarlas, reutilizarlas, reciclarlas.
¿Es fácil reciclar?
No.
¿Sabemos cómo hacerlo?
No necesariamente, pero la información está al alcance de la mano.
Después de todo, más difícil, seguro, mucho más difícil, es pensar en un futuro lleno de bolsas de residuos atrapadas en árboles; de aguas contaminadas y de montañas de basura huérfanas, sin que nadie (ni nosotros) se haya ocupado jamás de que todo lo que tiramos durante nuestras vidas no se convierta en un enorme problema para todos.
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