Peter Garrett, ministro australiano de Medio Ambiente, dijo que el proyecto "trata de desacreditar de una vez por todas la idea de que hay que matar ballenas en nombre de la ciencia".
Con un presupuesto de 3,78 millones de dólares, se prevé tomar muestras de las ballenas y también se les colocará chips electrónicos para poder obtener más datos científicos. A las muestras se las estudiará genéticamente.
"Australia no cree que sea necesario matar a las ballenas para entenderlas. Desarrollaremos un nuevo modelo para coordinar investigación regional no letal sobre las ballenas", recalcó Garrett. "Los cetáceos se enfrentan a un gran abanico de peligros: el cambio climático, el impacto en los suministros alimentarios, accidentes con barcos y, evidentemente, la actividad de países que matan a las ballenas en nombre de la ciencia".
Por supuesto han invitado a Japón, junto a otros países, a que participe. Y es que los japoneses suelen realizar una campaña anual de caza de ballenas con fines científicos, según dicen. El problema es que para colmo las cazan en una zona que Australia ha demarcado como reserva marina, pero Japón no la reconoce, ya que está en aguas antárticas, no en aguas territoriales de Australia.
Esperemos que esta nueva táctica del gobierno australiano pueda servir para que algún tribunal internacional prohíba a Japón seguir con su farsa científica. La realidad es que todas esas ballenas, luego de el pretendido estudio… terminan vendiéndose para ser comidas en los restaurantes japoneses.
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