Foto: Coro Pampa. Departamento Silípica, Septiembre de 2005.
El invierno abraza una vez más los senderos del monte santiagueño, y al igual que todos los años, Juan vuelve a caminar por ellos, aferrado a su cuaderno. Casi instintivamente, su mano pequeña y paspada cierra con fuerza sus dedos, como si supiese que el sendero que une su rancho y la escuela es el camino que lo lleva hacia una vida mejor.
Miles de Juancitos caminan a diario por el monte santiagueño en busca de una educación que los prepare y los forme en igualdad de condiciones. Ellos como muchos otros santiagueños, desean formar parte de los cimientos de su pueblo, una utopía que todavía ninguna ley educativa transformó en objetivo.
Juan es parte de una tragedia que se reedita en toda la ruralidad santiagueña con estenografías cambiantes, y con una importante cantidad de actores que desempañan su roles con mayor o menor compromiso, y cada uno de ellos sufre la realidad desproporcionadamente: padres, docentes, estado, cooperadoras, padrinos solidarios, todos son parte de este recorte temporal de la historia de la educación rural santiagueña, que al igual que en años anteriores no logra encontrar el sendero que la saque del circulo ineficaz en el que gira.
La mayoría de los niños sufren los efectos de la pobreza, y encuentran en los comedores escolares un importante aporte a sus dietas cotidianas. Los docentes aún enmarañados en una Ley Federal, que a pesar de la capacitación que propuso nunca terminó de plasmarse en las aulas y es considerada hoy, por muchos de ellos, como un fracaso, Los maestros sienten también que su trabajo se esfuma ante la realidad actual y futura de los niños que forman, ya que la mayoría de ellos alcanzan un futuro de empleadas domésticas o peones rurales semianalfabetos, repitiendo la historia de sus progenitores, Sólo algunos pocos consiguen llegar exitosos a niveles superiores de formación, pero son apenas excepciones estadísticas.
Los padres que, en algunos casos, integran las cooperadoras escolares, mayoritariamente hacen una valoración positiva de la educación, apoyan a sus hijos y son miembros activos de las comunidades educativas, mientras que otros piensan que tener varios hijos es tener una gran fuerza laboral que impulsará sus emprendimientos, y que la escuela es sólo para aprender a escribir y sumar, como algo secundario en sus vidas.
Pero el problema de la educación rural no se agota en cuestiones que involucran sólo a las aulas: hay un conjunto de factores ligados a la salud pública, a la infraestructura caminera, a la escasez de agua potable, a los edificios escolares y su mantenimiento.
Así vimos la educación rural santiagueña, plasmándose de forma dispar con sectores que van acusando cambios, y con otros que se encuentran relegados a la espera de que esos cambios lleguen, quizás añorando que la igualdad no sea dar a todos lo mismo, sino que la justicia se quite la venda de sus ojos y mire el sufrimiento del que más necesita.
Cimientos de un pueblo es el nombre de la obra de Gustavo Tarchini Y Julio Jozami.
Documentan y nos traen una realidad que los ha comprometido. Su registro nos pone ante nosotros mismos. Nos enfrentan: al foco que mira; a nosotros que miramos; al sentimiento que les acompañó los ojos cuando ellos enfocaron la vida de changuitos del monte santiagueño. Nos abrieron paso con sus fotos. Nos pusieron a mirar, cómo forjan sus vidas en esas escuelas rurales.
No sustituye la muestra, lo que muestra. No agota la fidelidad de la muestra el reclamo que nos hacen. No termina en ella- nos dicen-: La muestra no los reemplaza.
Pero, sentimos que puestos ahí, SON ellos lo más parecidos a ellos mismos.
Los ojos en esos rostros están pidiendo al presente una oportunidad de futuro. Y nos invitan a que la conmoción que provocan no cicatrice.
Nos desafía el arte en la mirada de los niños, a ensanchar las picadas, a recorrer junto a las suyas, una vida solidaria, a comprometernos para que no se achiquen más, enangostadas huellas, por una indiferencia tan transitada. Nos anuncia que esos niños porfían, como no seriamos capaces nosotros. Persisten, ellos con su lúdica iluminada.
Y ceñimos nosotros los ojos para no verlos, pretextando excusas elegantes; y nuestro cotidiano trajín los desdibuja, quitándoles su perfil con la mirada; nuestro diario vivir nos amortigua, encanallada el alma. Porque el día a día nos volvió inmunes ante guardapolvos que caminan su propia tierra, confiscada.
La obra expande tañidos de campanas. Es un grito silencioso por todo lo que les falta. Nos recuerdan a lo que se llega cuando todos les faltan.
La obra nos despierta a un llamado de escuelas, a un crecer de patria.
Conmueve nuestra capacidad de ver. Remueve el sentir. Es un vislumbre de conciencia humana. Repone y devuelve al centro el valor de la vida humana porque esta muestra, cofunda lo que muestra, muestra la vida: Digna, como la viven Serena, como la profesan Esperanzada, como la sienten Valiente protectora en la escasez. Vencedora, en su intransigencia de siglos Invicta de memorias. Empecinada de niñez.
La obra nos redime
Textos: Gustavo Luis Tarchini ,Gladys Loys,Julio, José Jozami .Mayo, 2009
Fotografía documental: Gustavo Luis Tarchini - Coautor: Julio José Jozami
Escuela y Servicios Fotográficos
Tel. (54) 385- 439-0577
Cel. (54) 385-154-111671
Santiago del Estero
Republica Argentina
Visita la página Web , su Galeria de Fotos y Escritos: www.gustavotarchini.com.ar
2 comentarios:
A veces pareciera poco importante ocuparse de la educación cuando hay tanto hambre y desnutrición en el mundo. Pero no es así, puesto que si no sembramos semillas de "enseñanza" cosecharemos cada vez más "muerte por inanición".
Muy buen artículo. Un saludo.
Hola me llamo Omar y voy a publicar algo de este trabajo en la revista La Lupa, una vez mas es muy interesante la tematica que plantea Gustavo Tarchini en este caso junto con Jozami, muy bueno el lbog, un abrazo
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