Fuentes: Alejandro Garello, Héctor Alcaraz
El ser humano lleva millones de años viviendo en el planeta Tierra. La mayor parte del tiempo la relación con su mundo afectivo, de forma similar a su relación con el medio externo, no fue demasiado equilibrada. Tenemos muchos indicios de ello: insatisfacción, insomnio, irritabilidad, represión, explosiones emocionales, fatiga, estrés y enfermedades psíquicas, así como también muchos signos de desequilibrio social que lo indican: la violencia y agresividad de unos contra otros, la falta de solidaridad entre los seres que compartimos el planeta, las prisas, la tensión, el egoísmo, los sentimientos generales de soledad y de infelicidad, y tantas otras señales que nos llevan a pensar que estamos realizando una gestión incorrecta de nuestro mundo emocional, de forma similar a la que estamos haciendo con los recursos del planeta.
La "ecología emocional, o psico-eco-afectividad, es el arte de gestionar nuestros afectos (emociones y sentimientos) canalizando y dirigiendo creativamente su energía. Es un trabajo en equipo mente-emoción. El concepto eco hace referencia a la importancia de que ambas vertientes trabajen integradas, en armonía, de forma sostenible y equilibrada para que nos muevan a efectuar acciones de mejora en nuestra persona y en los sistemas humanos y sociales en los que estamos inmersos. Incluye dos valores esenciales: la responsabilidad y la conciencia del impacto emocional global.
Hace poco tiempo el ser humano tomó conciencia de que la humanidad padece mayor contaminación emocional que atmosférica. Los grandes principios de la ecología eran aplicables a la gestión de nuestro mundo emocional y a partir de entonces se inició un trabajo de investigación y de elaboración creativa de esta categoría. Adaptando los conceptos sobre ecología al mundo de las emociones para que ayuden a explicarlas y a comprenderlas mejor.
Cabe recordar que las personas funcionan en ciclos: "de vida y de muerte, de descanso y de trabajo, de calma e inquietud, de reflexión y acción, de construcción y destrucción. Tenemos todo un mundo exterior para recorrer y todo un camino interior para encontrarnos y hacernos nacer. En este camino, nuestra afectividad y nuestra inteligencia deben aprender a trabajar en equipo para no destruirnos a nosotros, a nuestra especie y al mundo maravilloso en el que vivimos".
Desde la ecología emocional se proponen instaurar "una pedagogía de la provisionalidad y la transformación". "Vivimos aferrados a criterios de seguridad y permanencia, contratamos seguros para todo, queremos tener todo bajo nuestro control. Los cambios y las transformaciones son parte natural de la vida, pero nos cuesta asumirlo y lo vivimos como pérdidas, de modo que siempre nos encuentran sin recursos".
A modo de ejemplo, las personas son como un río que cambia de curso, que atraviesa diferentes territorios, que pierde y gana cauce, que se hiela y se deshiela, "pero jamás pierde su esencia, el agua. Un principio ecológico emocional es el de aceptar el cambio y la transformación para mantener y proteger nuestra esencia".
"Tengamos presente que, para vivir en un mundo sano y felices es imprescindible mantener puro y limpio nuestro cuerpo espiritual, debiendo pensar, sentir y desear siempre bien, no solamente para nosotros mismos, sino también para todos los demás".
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