Por Adonis Abud El 22 de mayo de 1992, en el marco de la Primera Cumbre de la Tierra, celebrada en Río, más de 150 países firmaron el Convenio sobre Biodiversidad (CBD), enfocado a su conservación y al uso sostenible de la misma. Desde entonces, cada 22 de mayo se celebra el Día de la Diversidad Biológica.
Desde ese punto de vista, la multiplicación de los 'Días Mundiales' debe ser saludada como una ayuda para evitar la tendencia a 'bajar la guardia' y olvidar que necesitamos redoblar los esfuerzos contra una degradación que sigue avanzando, pero a la que podemos y debemos hacer frente.
Aprovechemos, pues, estas efemérides y muchas otras que apuntan a la dimensión social del medio ambiente, a la diversidad cultural - que, como señala Ramón Folch, 'es una dimensión de la biodiversidad aunque en su vertiente sociológica, que es el flanco más característico y singular de la especie humana'-, a la paz y, en definitiva, al conjunto de los Derechos Humanos, cuya universalización y pleno respeto son condición sine qua non de una sociedad sostenible.
Proteger la biodiversidad.
Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad: proteger las especies y las poblaciones individuales o proteger los hábitats en los que viven. Lo esencial es la conservación de ecosistemas enteros, asegurando su funcionalidad. Los esfuerzos dirigidos hacia las especies y las poblaciones, aunque son importantes, exigen una gran cantidad de tiempo y esfuerzo; las medidas incluyen la protección legal de las especies individuales, planes de gestión y una conservación ex situ, es decir, proteger las poblaciones de animales y plantas en zoos y bancos de semillas. La conservación ex situ sirve tanto de seguro contra la pérdida de la diversidad genética y de especies en la naturaleza como de semillero para reintroducir o reforzar las poblaciones silvestres. Además, los bancos de semillas son una fuente de diversidad genética para la investigación agrícola.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica se firmó en junio de 1992 en la Conferencia de Río y entró en vigor el 29 de diciembre de 1993; aunque EE UU no lo ha ratificado ni piensa hacerlo, como es usual. Su objetivo es cubrir el vacío existente a nivel internacional en el campo de la biodiversidad. El Convenio prevé programas de cooperación y de financiación para proteger la biodiversidad, y en su artículo 6 contempla la necesidad de que 'cada Parte Contratante... elaborará estrategias, planes o programas nacionales para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica'. Pero todo se queda en palabrerías y en incontables y costosas reuniones que sólo sirven para que la burocracia de la conservación haga turismo y gaste el dienro que debería destinarse a programas reales de conservación.
La Conferencia de las Partes del Convenio se ha reunido en varias ocasiones, pero poco o nada práctico ha salido de tales reuniones, a parte de la clásica verborrea. En 1995 en Montreal, en Canadá, se aprobó desarrollar un protocolo de bioseguridad, que finalmente fue aprobado el 29 de enero de 2000. Dentro del Convenio igualmente debe desarrollarse un problemático protocolo sobre bosques, que fue uno de los temas que quedaron fuera de la Cumbre de Río de 1992, y otro sobre los derechos de los agricultores en el mantenimiento de los recursos genéticos.
"NUESTROS DESTINOS ESTAN LIGADOS, SIN LA NATURALEZA , NO HAY FUTURO."
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