Por Vandana Shiva, bióloga, ambientalista y escritora.
Los compromisos adoptados para mitigar el cambio climático son insuficientes y, en ese marco, una falsa solución son los biocombustibles, alimentos de los pobres transformados en energía.
En 2008 ya nadie puede negar el cambio climático causado por actividades humanas. Sin embargo, los compromisos adoptados para mitigarlo y ayudar a los más vulnerables a enfrentar sus efectos son insuficientes y no incluyen el reconocimiento del desastre.
La mitigación requiere cambios materiales en las pautas de producción y consumo. La globalización ha dado impulso a lo largo y ancho del mundo tanto a la producción como al consumo y por lo tanto a mayores emisiones de dióxido de carbono.
Las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre liberalización comercial fuerzan a los países a seguir una senda que implica aumentar las emisiones. Lo mismo hace el Banco Mundial al conceder préstamos para superautopistas, usinas termoeléctricas, agricultura industrial y ventas al por menor por parte de las grandes corporaciones.
El primer paso para la mitigación requiere un enfoque sobre las acciones reales de los actores reales.
Acciones reales son, por ejemplo, una actividad contraria a la agricultura ecológica y a los sistemas locales de producción de alimentos, así como las que implican la pérdida de economías rurales, con bajas emisiones, ante la diseminación de urbanizaciones a cargo de empresas constructoras. Incluyen también la destrucción de sistemas sustentables de transporte basados en energía renovable y la promoción de los automóviles privados.
Los actores reales son el gran agro-negocio global, la OMC y el Banco Mundial. También son las compañías petroleras y las corporaciones automovilísticas, que empujan esta transición hacia lo no sustentable en materia de movilidad.
El Protocolo de Kyoto eludió por completo responder a la necesidad de detener las actividades que llevan a mayores emisiones y al desafío político de imponer normas a los contaminadores y de hacerles pagar de acuerdo con los principios acordados en 1992 en la Cumbre de la Tierra.
En lugar de ello, Kyoto puso en marcha el mecanismo de canje de derechos de emisiones de gases invernadero, que de hecho recompensa a los contaminadores al otorgarles derechos sobre la atmósfera y a comerciarlos para contaminar. Hoy en día, el mercado de canjes de emisiones ha llegado a 30 mil millones de dólares y se estima que crecerá mucho más.
Otra falsa solución para el cambio climático es la promoción de biocombustibles elaborados con maíz, soja, aceite de palma y jatrofa (piñón).
Los combustibles producidos con biomasa continúan siendo la más importante fuente de energía de los pobres en el mundo: la energía utilizada para cocinar proviene de biomasas no comestibles tales como el estiércol de vaca, los tallos de mijo y de las legumbres y especies agroforestales.
Los biocombustibles industriales son los alimentos de los pobres transformados en calor, electricidad y transporte.
El presidente George W. Bush ha programado la producción de 132 mil 500 millones de litros de biocombustibles para 2017. Inevitablemente, el aumento masivo en la demanda de granos se producirá a expensas de la satisfacción de necesidades elementales de los seres humanos, con la gente pobre marginada del mercado de alimentos debido al aumento de sus precios.
En primer lugar, la deforestación causada por la expansión de las plantaciones de soja y de palmas está conduciendo al aumento de emisiones de dióxido de carbono.
La FAO estima que mil 600 millones de toneladas o sea de 25 a 30 por ciento de los gases invernadero enviados hacia la atmósfera cada año provienen de la deforestación. Para 2022, las plantaciones destinadas a la producción de biocombustibles pueden llevar a la destrucción de 98 por ciento de los bosques de Indonesia.
Estados Unidos empleará 20 por ciento de su maíz para producir 19 mil millones de litros de etanol, que sustituirá sólo uno por ciento del uso de petróleo. Si fuera usado el 100 por ciento del maíz para producir etanol, apenas sustituiría cinco por ciento del petróleo utilizado actualmente.
Claramente ello no constituye una solución ni para poner tope al uso de petróleo ni para mitigar el cambio climático. Estas falsas soluciones no harán sino incrementar la crisis climática y, al mismo tiempo, agravarán y profundizarán la desigualdad, el hambre y la pobreza.
Los también llamados agrocombustibles, refinados de cultivos como maíz, caña de azúcar y soja, soportan una ola de críticas de quienes los ven culpables de la actual carestía alimentaria.
Se los acusa de agravar la destrucción de ecosistemas, al empujar a otras producciones agropecuarias a talar y colonizar selvas vírgenes. Precisamente, frenar la creciente marea de extinciones de flora y fauna fue uno de los propósitos de la reunión celebrada en Bonn hasta el 30 de Mayo de 2008.
En 2007 la Unión Europea (UE) estableció la meta obligatoria de consumo de 10 por ciento de biocarburantes para 2020, como parte de sus esfuerzos por reducir las emisiones de gases invernadero.
Ese compromiso ha impulsado la producción en muchos países en desarrollo. Ahora, la UE recibe fuertes presiones para abandonar esa meta, sobre todo bajo el argumento de que los biocombustibles son responsables de la crisis alimentaria.
La canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, intentó salir del punto muerto afirmando a los ministros de Ambiente de casi 100 naciones que "el Convenio debe establecer pautas para evitar las consecuencias negativas de la energía de biomasa".
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